Dos bolas, dos strikes

¡Bravo, por ti, Fernando. Eres en el beisbol, oro, mezquita, basílica y cactus!...” , así lo expresaba Pedro “Mago” Septién era 1981 cuando el llamado “Toro de Etchoaquila, Sonora” Fernando Valenzuela lograba el triunfo sobre los Yankees de New York, victoria que a la postre sería clave para que los Dodgers de Los Angeles ganaran la Serie Mundial… era una época dorada, una especie de “Años maravillosos”, en el otrora Distrito Federal, y como todo chamaco que busca sus ídolos, modelos a quien imitar, no dudé en querer ser beisbolista, aunque sea de barrio.

Y no era el único, porque en cada esquina de la Gran Ciudad, y no dudo que de todo México, todos querían imitar los lanzamientos de un gordito melenudo de veinte años que causaba furor allá en L.A. y es que cada que ‘pitchaba’ mirada al cielo, de ese brazo zurdo salían bolas indescifrables para quienes se osaban querer batear.

La “Fernandomanía” se propagó de norte a sur, Hugo Sánchez estaba por irse a jugar a España, Salvador Sánchez ya daba muestra de su calidad, faltaban unos años más para que surgiera en el escenario Julio César Chávez, México pronto iba a quedar fuera del Mundial de 1982, por lo que todos se refugiaron de ese lanzador bonachón que era el modelo aspiracional de todo este país tan carente de héroes.

Así que pronto me di a la tarea de aprenderme los nombres de los compañeros de Fernando: Ron “Pingüino” Cey --Tercera base--, Steve Garbey --Primera Base--, David Lopes --Segunda Base--, Mike Scioscia –Catcher--, Pedro Guerrero --Jardinero Derecho--, de inmediato esos jugadores se quedaron en mi memoria, por alguna razón Jorge “Sony” Alarcón, “El Mago” Septién y un muy joven Antonio de Valdés hicieron que esos peloteros se quedaran tatuados en mí cerebro, el line up lo completaban Bill Russell --Short stop--, Dusty Baker –Jardinero izquierdo—y Ken Landreaux –Jardinero central--, calentaban banca gente como Steve Sax, Mike Marshall, Steve Yeaguer, Candy Maldonado, Rick Monday, ¡un equipazo!

Antes que mi padre nos comprara a mis hermanos y a mi bat y manoplas, nos instruyó con un folletín de beisbol para siquiera aprender las reglas básicas, ¡no!, no todo era televisión en esos tiempos en donde un enorme “Sony” Alarcón en cada narración enseñaba los términos beisboleros, pero no era suficiente, así que antes de esos aditamentos obviamente el bat fue el palo de la escoba que no aguantaba las rectas flamígeras y tuvo que ser remplazado por, la palangana del trapeador, el caso que los enseres para quehacer no aguantaron el ritmo hasta que llegó el equipo dos manoplas, un bat y una pelota, suficiente para ir al parque de la colonia para tratar de conectar ‘jonrrones’ a lo Pedro Guerreo o Ron Cey, claro que las pelotas con costura las guardamos para momentos especiales, así que ‘las que fueron cuadrangulares’ y que llegaron a la avenida Río Churubusco y una que otra ventana.

La Suecia, escuela primaria a la que asistía no escapó de la fiebre beisbolera y para no estar fuera de onda pues inventaron el ‘futbeis’, ahí no había discriminación y todos jugaban hombres, mujeres, altos, bajos, regordetes y flacos, el caso era divertirse, pero sobre todo activarse, así que por varios meses en nuestra clase de educación física nos la pasamos jugando esta modalidad del beisbol, la institución a pesar de recibir ayuda del país nórdico, se preocupaba más por la educación que por un deporte imperialista, (este último ya fue apunte mío), para esa época los duelos entre Diablos y Tigres, eran épicas, mi afición por los felinos fue evidente aunque poco sabía de los equipos de la Liga Mexicana, y como hasta hoy la cobertura y publicidad en la Capital no es la misma que recibe el futbol, de ahí que desapareciera el Parque Delta, que los Tigres hayan emigrado a Puebla y luego Cancún, con el paso del tiempo ya siendo periodista de la fuente deportiva pude ver un juego a ras de campo, tomar fotos e intentar hacer crónicas beisboleras, no sé si bien logradas, pero son esas cosas de la vida diseña y que irremediablemente disfrutas.

El bat y las manoplas fueron parte de nuestro equipaje de viaje, a cada lugar al cual asistíamos las llevábamos para jugar, ya sea entre mis hermanos y yo o bien con otros chamacos infectados por el virus de la “Fernandomanía”, lo mejor --a decir verdad-- para mí no era batear, sino realizar una atrapada, lanzarme por la bola, levantarme de inmediato y tirar a primera para sacar el ‘out’, eso era especie de orgasmo, que a mis escasos nueve años aún desconocía, pero era una sensación indescriptible, otra de las acciones que me eran embrujantes era robarse las bases, ya después intentaría robar besos, pero nunca logré algo tan chingón como adelantarse al lanzamiento para llegar de panza a tercera.

El beisbol era un deporte, que como muchos otros, se consumían en casa, así que además del bat y manoplas, tuvimos el balón de futbol americano, las máscara de la lucha libre, obviamente el balón de futbol y basquetbol, en alguna ocasión algunos pinos para el boliche, raquetas de tenis, claro de plástico mercadas en los tianguis sobre ruedas, no hubo guantes de boxeo, pero para eso no hacía falta habiendo hermanos y vecinos que a mano limpia nos aventábamos unos rounds para imitar a ‘Sugar’ Ray Leonard, Roberto “Manos de piedra” Durán, Tommy Hearns, y el ya mencionado “Sal” Sánchez, no había mesa de billar, pero bastaba con los duelos de canicas como bien narra atinadamente Chava Flores en esa mítica rola llamadaEl Pichicuas”.


Mi oportunidad para integrarme a un equipo de beisbol llegó hasta la adolescencia, tenía ya 14 años ya habíamos dejado aquella colonia El Retoño y nos habíamos integrado a las calles de los suburbios del Distrito Federal, Villa de las Flores, para quienes ahí crecimos nada más y nada menos que Beberly Flowers 55710, ahí más gamberros como éste quien aporrea las teclas, eran talentosos para los deportes así que había que demostrar que se podía destacar en cualquier disciplina deportiva.

Para esa edad mis habilidades atléticas eran buenas, ¡caramba de no haber sido por los  malditos meniscos!, así que cada que jugábamos el llamado rey de los deportes era elegido para jugar ya sea el Short stop, o bien el Jardín derecho, posición que no me agradaba porque pocos de los amigos que jugaban bateaban tan poderosamente, la acción estaba en el cuadro ahí donde aprendes a hacer el ‘doble play’, o sacas un lanzador por medio paso, y sin ampáyer que cantara el ‘out’ o ‘safe’, mientras eso ocurría en el infield quienes nos mandaban al fondo nos lanzábamos piedras para no aburrirnos, claro cada que sonaba un fuerte batazo era porque la pelota se dirigía a los jardines y es que tras estar ahí sin hacer nada medir una pelota parece fácil, pero se requiere de coordinación, en muchas ocasiones esa coordinación no era la adecuada y lo que parecía un ‘out’ se convertía en un doblete o hasta en un cuadrangular de campo, claro precedido de un errorsote y de recriminaciones por parte del resto del equipo además que uno que otro ‘zape’, pero lo que más dolía era la burla de los demás.  

Así que un día en la Secundaria Felipe N. Villarello hicieron una convocatoria para quienes desearan integrarse al equipo de beisbol de la escuela, por lo que las prácticas se iban hacer en las canchas del Colegio Salesianos de la localidad, desde temprano asistí con otro de mis valedores decenas de escuincles estábamos ahí para ver si podíamos ser de los elegidos, al bat solo puede conectar una vez, me tiraron bolas submarinas que no puede descifrar y solo choqué una recta que apenas salió del cuadro, nada que recordar a la defensiva, pues pedí obviamente pedir las “paradas cortas”, pero me mandaron al jardín izquierdo y ahí no llegó nada, por lo que mis habilidades en con la mascota no las pude mostrar, ya a últimas me pusieron a correr de emergente, pero no me dieron chance de intentar el robo, fue decepcionante que un deporte que me gustaba mucho le quitaran la esencia del divertimento, ¡claro! el que la hacía de entrenador buscaba talentos, pero no dio la oportunidad de mostrarnos porque muchos como yo regresaron a casa mentando madres, nos dijo que nos llamaría para la siguiente semana y seguir con las pruebas, aunque ya no supe si acudió el mismo número de aspirantes,  mi retiro del llamado ‘rey de los deportes’ fue gradual ya que hubo algunas 'cascaritas' en donde seguía jugando el “short” en donde según yo realizaba grandes jugadas.

Pronto el futbol, el basquetbol y el futbol americano empezaron a desplazar al beisbol en mis aficiones, sin embargo en ese lapso está presente ese final épico en donde Kirk Gibson lesionado y con cuenta de tres bolas y dos strikes conecta un home run a Dennis Eckersley para darle la victoria a los Dodgers ante los Atléticos de Oakland en el Serie Mundial de 1988, “Sony” Alarcón comparaba ese final con la película protagonizada por Robert Redford The Natural (1984) --unos años después vi esa cinta y en efecto el final de juego era el scrip digno de Hollywood -- llegó esa estupenda generación de los Bravos de Atlanta que de 1991 a 1999 fueron el equipo protagonista, y que gracias a ellos me volví a aficionar al beisbol: Atlanta perdió ante Minnesota y Toronto en 1991 y 1992, volvieron a la Serie Mundial 1995 donde fueron campeones al derrotar los Indios de Cleveland al año siguiente, 1996,  perdieron ante los New York Yankees buscaron la revancha en 1999 pero de nuevo los Yankees se proclamaron campeones. En lo que va de este siglo los Bravos no han vuelto a la Serie Mundial, pero estoy seguro que un día de estos lo harán de nuevo.

Para el 2002 ya siendo reportero de la sección deportiva de conocido diario de la ciudad de Oaxaca tuve en ocasiones la ‘obligación’ de realizar la cobertura de los juegos, tuve que reaprender el juego ya de manera casi científica por que llevar un box score necesita precisión y conocimiento, no era lo que lo que conocí cuando la “Fernandomanía” inoculó a todo mundo, ahí es cuando uno se da cuenta de la especialización que requiere el deporte, en fin como dice esa canción de los legendarios Cadetes de Linares “Que un viejo amor no se olvida ni se deja, que un viejo amor de nuestra alma si se aleja, pero nunca dice adiós”.

El deporte suele ser una fuente de inspiraciones, de crónicas épicas; material para novelas, películas, canciones y hasta obras de teatro, al hacer un recuento hay cintas biográficas como la de Jackie Robinson—42 (2013) , Ty Coob – Coob (1994)--, beisbol femenil como A League of Their Own (1992) o como se conoció en México Un equipo muy especial, o la novena de beisbol de Guadalupe, Nuevo León que ganó con un juego perfecto la Serie Mundial de Ligas Pequeñas en Williamsport el 23 de agosto de 1957 y así se llama la película El Juego Perfecto (2010), entre muchas otras más.
Para terminar este relato beisbolero habrá que hacer referencia a los Simpsons quienes en el tercer episodio de la vigesimosegunda temporada en octubre de 2010 trasmiten MoneyBART, titulado en México como Bart, eldesobediente  ahí parodian la película Money Ball (2011), protagonizada por Brad Pitt, ¿acaso una nueva predicción? Pues por las fechas de transmisión parece que así lo es.

En fin al final del capítulo cuando Bart se roba el home ante el enojo de Lisa y la euforia de la afición en su monologo dice:

--¡Robarse el home es algo imposible!, es contra cualquier instinto sensato; es, es… es la jugada más emocionante del beisbol, ¡Corre Bart!

En tanto que Homero grita: ¡Sí llega lograrlo es mi hijo!, pero Bart es puesto out, y queda en el campo tendido; Homero le avienta la mano de esponja diciendo: ¡Das asco!

Lisa acude con su hermano a quien ayuda a levantar, quien le pregunta:

--¿Lo logré?
--No pero sí hiciste algo. Me hiciste amar el beisbol, no como una colección de números, sino como un juego impredecible y apasionante, superado en emoción por cualquier otro deporte.
--Creo que tu computadora, tenía razón.
--¡Tal vez sí!, pero según mis cálculos eres un gran hermano 51 por ciento del tiempo.
--Y según mi instinto tú también lo eres.
--¿Podrías ponerle un número?
Bart duda, pero le entrega la mano de esponja con el número uno…  
 
Y volvamos con una de las frases de Pedro “Mago” Septién sobre el beisbol en ese tenor de los números y las estadísticas: Es la lucha del hombre contra el hombre, inteligencia contra inteligencia. Es el deporte exacto. Cada error es visto y abucheado por la multitud y entonces se convierte en estadística. Y  como él mismo decía al terminar cada transmisión y dar a conocer las estadísticas “la frialdad de los números” a 37 años de la “Fernandomanía” no hay que analizar la frialdad de los números mejor intentemos robar el home porque eso es el beisbol es un deporte impredecible y emocionante. Y ¿por qué dos bolas y dos strikes? Porque a estas alturas del juego ya no hay que dejar pasar nada.


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